lunes, 12 de julio de 2010

La Vida. Conflicto del Corazón

Para algunos existe un dia en la vida que cada vez que van pasando los años lo toman de "Dia Feliz" a "Dia Infeliz".

El dia de cumplir años.

Parece que la acumulación de años que conlleva al deterioro de nuestro cuerpo y de nuestras capacidades mentales van acelerando nuestro riesgo de ir perdiendo fé y animo en nuestra propia vida. En ningun momento nos detenemos en pensar que esos años nos van dando vivencias que cuando jovenes no teniamos.

Existen personas que han entr
ado en el renglon de sexagenarios, como le dicen a los hombres y mujeres mayores de sesenta años vividos, estos hombres y mujeres que mantienen un espiritu aventurero y activo, que comienzan nuevos retos en sus vidas, profesionales y personales, estas personas de carácter excepcional lo que nos inspira, estableciendo su excepcionalidad la diferencia con una vivencia cada vez más sedentaria -una vivencia de subsistencia-; actitud vital con la que suele afrontarse mayoritariamente el otoño de nuestras vidas y convirtiendola dia a dia en una primavera.

En todos estos casos, la fortaleza de ánimo y la fe -traducida en constancia, paciencia y persistencia- han sido factores decisivos para afrontar su situación y trascender las barreras que aparentemente se les mostraban como insuperables. De igual modo, en todos estos casos fue decisiva la plena certeza que el dia de mañana sera mucho mejor. Todos ellos coincidieron también en que, más que las barreras físicas, las que más les costaron superar -por cuanto más le hirieron- fueron las que le impusieron otras personas con sus actitudes, sus miradas, sus burlas, sus comentarios; con sus "palabras" aparentemente "compasivas" que evidenciaban su completa falta de fe en que fueran capaces de superar los más mínimos retos y esto por loa simple razón de ser, un adulto mayor, sexagenario o anciano.
Para comprender sin ambigüedades la realidad de este hecho y poner a prueba nuestra capacidad de vulnerabilidad, basta visitar un geriátrico (o si el término resulta frío, una “residencia socio sanitaria para personas mayores” que para lo mismo es en un tono disfrazado bajo unas palabras asépticas y neutrales que nos "ayuda" adormeciendo nuestra conciencia, aislandonos y anestesiandonos en nuestro miedo).

¿Cómo motivar a una persona a la que la naturaleza le ha quitado hasta el mínimo control de los aspectos más escatológicos de su fisiología?


¿Cómo incentivar el espíritu de superación en quien es testigo de su pr
opia degradación paulatina en vida? ¿Es posible?

Se puede y debe dar dignidad al último tramo -más o menos extenso- en la vida de quienes han sido niños, hombres y ahora encaran con mayor o menor conciencia su condición de ancianos…


Alimentación, higiene, actividades que estimulen sus capacidades cognitivas, medicaciones, terapias…


Pero a pesar de que la vida se les vaya yendo -como a todo ser vivo, pero a ellos con una inminencia que se les manifiesta de forma más palpable-, a pesar de que los placeres cedan casi por completo a la cotidianeidad del dolor, al olvido e incluso a la más cruel locura; a pesar de todo ello, ¿tiene sentido intentar insuflar ese espíritu de superació
n, que a esas alturas se resumiría en la no menos loable aspiración de continuar aceptando el mantenerse con vida?

Según acumulamos cumpleaños van disminuyendo las probabilidades de realizar todos nuestros sueños; por cuanto van mermando también nuestras capacidades físicas y menguando el abanico de posibilidades que nos posibiliten manifestar los dones latentes con los que nacimos.


Llegada una edad en nuestras vidas, parece que disminuye proporcionalmente nuestra disponibilidad de apertura a las sorpresas que la fe en el vivir pueda traernos como presentes.


Nuestra existir cotidiano se va convirtiendo a golpe de rutina en un encefalograma con picos cada vez menos relevantes. Desde esa perspectiva, ¿hemos de aceptar -por mucho que nos duela y por poco que seamos capaces de juzgarlo como coherente- el que una persona decida dejar de vivir, no ya sólo quitándose la vida sino entregándose sin lucha a un proceso de involución, de reducción a una simplicidad al nivel de la mera subsistencia de un organismo sin conciencia, como pueda ser un vegetal?

Yo como catolico siento la necesidad de darle un si a la Vida. Porque Cristo se entrego por mi para darme Vida y lo menos que puedo hacer yo es apostar por la vida. E
l espíritu de superación bien pudiera ser uno de esos valores primordiales que se inculquen desde pequeños a las nuevas generaciones. También la Muerte: muerte como última experiencia en vida y muerte paulatina; aquella que se refleja día a día en el deterioro de nuestro cuerpo y nuestra mente. Quizás ayudaría asumir desde la infancia nuestra mortandad -cara a cara, no como una cuestión filosófica o científica sino como una realidad inexorable-. Quizás ayudaría a que esas personas, ya ancianas, vivieran su último periodo existencial con plenitud y entrega, lo que constituiría la actitud más sabia y menos dolorosa en el tránsito a la muerte. Y nosotros a su vez aprender de ellos para que nos sirva de modelo de imitacion de muchas cosas cosas buenas y positivas, para indicarnos tambien que la vida merece la pena vivirse plenamente hasta el fin de sus dias.

No una entrega resignada, sino aquella que asume que, más allá de nuestra actitud y nuestro aliento, hay un infinito misterioso que decide en una asociación de causas y consecuencias que supera por completo nuestra capacidad de comprensión. Como el inabordable espacio del cosmos que nos rodea, la realidad del porqué de las cosas nos supera.


Y así, entre el nacimiento y la muerte final que cierra por completo la vida -al menos, la que conocemos como tal a través de este cuerpo que nos es dado- tendríamos la posibilidad de ahondar en la experiencia de ese amor irracional e incondicional a la vida, aquel que escoge lo bueno, lo constructivo, hasta lo que la razón en su limitado juicio desvalora o niega…


Posiblemente la capacidad de superación de nuestro espíritu esté en los genes de cada uno, y sólo esté en nuestra plena capacidad decisoria el asumir nuestras limitaciones y agradecer lo que la vida nos traiga como enseñanzas, sea lo que sea, ignorando la voz enjuiciadora de nuestra mente, que catalogará tales vivencias en su limitada sabiduría como parabienes, sinsabores o castigos.


Vivir es aprender a permitirnos vivir sin miedos. Tenemos que arriesgarnos en confiar que existe en nuestro corazón una razón para seguir adelante.


Asi que hay que dejar de temerle a esos Cumpleaños y convertirlos en NuevosAños.


Demosle un Abrazo a nuestro Corazón.


Saludos Amigos Mios.

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